domingo, 13 de marzo de 2016

Romper rutinas




Romper rutinas aligera el espíritu. La excusa era válida: una de nosotras iba al médico y había que acompañarla. Nada grave, no se asusten. 

Empezamos a divertirnos desde que nos subimos al carro a las diez de la mañana y nos tomamos una foto para mostrar a las  que no venían con nosotras de lo que se perdían. Nos hubiera gustado pasar el día todas juntas, las ocho, pero esta vez no se logró. El tráfico denso de la ciudad alargó nuestro viaje. Ni eso nos molestó. 


La consulta con el médico fue lo único serio que hicimos ese día. El resto lo dedicamos a comprar mango en bolsa (sin importarnos que la mujer que lo preparaba utilizara la misma mano para pelarlo y cortarlo que para cobrarnos); caminamos por las calles empedradas de Antigua, una ciudad que confunde porque está adormecida y llena de vida al mismo tiempo. Comimos en una terraza y tomamos café en otra. Nos tomamos el "selfie" de ley y visitamos tiendas y viveros.  Si es verdad que las mujeres decimos doce mil palabras al día, ese nos las gastamos todas.



El nombre de una casa, pintado sobre azulejos, llamó nuestra atención: "Las antañonas". Foto obligada entre risas, aceptando con desenfado que cada vez tenemos más: más años, más canas, más arrugas, más achaques. Pero también más vida, más carcajadas, más historias compartidas, más belleza interna. Más de cada una de nosotras. 

Repito: Romper rutinas aligera el espíritu.